Los problemas del agua constituyen una compleja realidad poliédrica en la que entremezclan escalas y situaciones, intereses y valores, derechos y apetencias. Cualquier intento de solución debe partir de un análisis objetivo, holístico y ponderado, de los elementos que conforman esa realidad. En España, la gestión del agua está atrapada por la presión de unas lógicas diferentes a la racionalidad científica. Los planes hidrológicos son -esencialmente-, formas de legitimación del reparto del agua y de sus fuentes entre los actores sociales más poderosos del conflicto: regantes y lobbies hidroeléctricos, que permiten la conservación de viejos privilegios; lejos de dar respuesta a los verdaderos problemas, vienen a alimentar una dinámica permanente de parcheos y juegos políticos de ocasión. El saber científico y el principio de precaución no tienen apenas cabida en su elaboración, ni en su desarrollo salvo que sirvan para apoyar la razón de los grandes intereses organizados. La realidad hidroclimática española es mediterránea; en sí mismo debería ser un factor limitante de las apetencias y formas de usos del agua. Y no lo es. Su gestión se rige, en general, por las lógicas del poder y la codicia humanas, que son la quinta esencia de un modelo de progreso, que en muchos aspectos no sino un “darle fuego a todo”. “Nada cambiará mientras los dioses no cambien”. Los dioses son el dinero y el afán de poder. La Nueva Cultura del Agua es una invitación al cambio.
Problems concerning water are a complex reality, where we frequently mix scales and situations, interests and values, rights and desires. Any attempted solutions should be based on an objective, holistic and considered analysis of the elements which make up that reality. In Spain, water management is trapped by the pressure of ways of thinking which differ from scientific rationality. Our hydrological plans are essentially means of legitimising the assignment of water and its sources to the most powerful social actors; that is, irrigation unions, and hydroelectric lobbies. They are plans which permit the maintenance of old privileges, but do not respond to real problems; they simply contribute to satisfying political ambitions and they only promote partial solutions. In this context, both scientific knowledge and the principle of precaution are ignored in the design or implementation, unless they help the powerful promoters. The Mediterranean hydro-climatic reality of Spain should be a deterrent in itself for those unsustainable means of using water. But it is not: water management is submitted to human greed for more and more power in the name of so called “progress”. This type of progress actually means a scorched earth policy. “Nothing will change if the gods don’t change”. Our gods now are money and power. The New Water Culture is an invitation to change.
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