Las enfermedades cardiovasculares constituyen una de las causas principales de mortalidad, si no la más importante, en los países desarrollados. En 1992, las enfermedades del corazón figuraban en segundo lugar como causa de muerte en España, tras los tumores malignos, con una tasa de mortalidad de 191,8 por 100.000 habitantes, representando el 22,6% de los fallecimientos1. Un estudio reciente estimaba que en España, en 1993, las enfermedades cardiovasculares eran las primeras en cuanto a gasto sanitario, incluyendo la atención primaria, la atención hospitalaria y la atención farmacológica2
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