El presente artículo reconoce mútiples motivaciones: en primer lugar es la expresión organizada y sistemática de mi reiterada preocupación por la contradictoria relación del trabajo social con las ciencias sociales (que son su base de sustención teórica) (Grassi, 1983; 1988; 1989).
Relación contradictoria que dio lugar a las más disparatadas propuestas en la historia reciente de la profesión: desde querer "probar" que el trabajo social era "una ciencia", a pretender su condición de "arte".
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