Este artículo intenta iluminar el problema de las traducciones de inscripciones árabes medievales durante el Barroco, en particular, las propuestas por Rodrigo Caro en 1643 de las inscripciones de Sevilla, traducciones primero ignoradas y luego consideradas, en el siglo XIX, como fraudulentas. Aquí se propone que estas falsas traducciones están condicionadas por el contexto de las de los Plomos del Sacromonte, por el ideal de la época de «antigüedad sagrada» y por el interés contrarreformista en ensalzar mártires y reliquias. Estos eran todos elementos de un programa consciente de invención de un pasado cristiano, ficticio pero lleno de significado, en Andalucía. Los principales protagonistas de las traducciones de Sevilla, Rodrigo Caro, Pedro de Castro, Adán Centurión, estuvieron implicados en este proceso además de formar parte de una red, que implicaba a toda la península, de entusiastas anticuarios y falsarios. Su juicio crítico, cuando se enfrentaba con fraudes evidentes, quedaba obnubilado por su deseo de promover determinados fines religiosos y políticos. Sus traductores, que a menudo compartieron, era los productores de caprichosos instrumentos con que alcanzar dichos fines.
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