El cuidador de un enfermo en el fi nal de la vida debe ser objeto de una especial protección por parte de la comunidad, no sólo porque es el último eslabón de una cadena de solidaridad sino también porque necesita diversos apoyos para ayudar al que sufre un padecimiento progresivo a sobrellevar mejor esta etapa, a reencontrarse consigo mismo y a afrontar la muerte en paz. Para que ello suceda, el equipo sanitario deberá reconocerle como parte de un triángulo terapéutico � familia� paciente y equipo� y ser sensible a sus problemas, manteniendo una actitud proactiva en todo momento para ayudarle a comunicarse bien con el enfermo, a formarse para su cuidado, a prevenir y resolver sus numerosos problemas, entre ellos el agotamiento, y a darle el apoyo de una red socio-sanitaria que le permita también satisfacer sus propias necesidades físicas y emocionales sin aislarse de sus otros seres queridos.
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