Traducida en acción, la nueva cultura de la sostenibilidad es una invitación a participar. Sólo la participación nos podrá sacar del atolladero. ¿Participación de quién? De todos aquellos y todas aquellas que de un modo u otro ya tomamos parte en el juego que ahora conduce, ciega y tozudamente, hacia la insostenibilidad. ¿Participación en qué? En todo aquello que hoy acrecienta la degradación ambiental. Demasiado a menudo vemos las piezas de ese engranaje pasarse la pelota de la responsabilidad. Las empresas dicen que los productos o servicios que venden son los que demandan sus clientes. Los gobiernos proclaman que deben atenerse a las preferencias de sus electores. Las encuestas revelan que cuando se trata del medio ambiente los consumidores y votantes recelamos, y mucho, de las empresas y los gobiernos (tanto más cuanto más alejados de nuestro alcance). Pero solos y aislados no logramos hacer valer nuestros buenos deseos. Se nos dice y repite que el futuro del planeta está en nuestras manos. Atomizados y sin voz propia bien poco podemos hacer por salvarlo.
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