En este artículo se analiza el ritual al que alude Estrabón en el libro III de su Geografía, en comparación con otras manifestaciones de la religiosidad fenicia en el Mediterráneo. Desde esta perspectiva, creemos que es posible plantear la posibilidad de que las piedras que según el autor los devotos hacían rodar siguiendo una costumbre ancestral fuesen en realidad anclas como aquellas que los navegantes dedicaron en los templos de Ugarit, Biblos o Kition.
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