La presidencia en países como Alemania, Chile, India, Finlandia o Argentina demuestra que buena parte del poder político actual tiene cara y voz femeninas. Ahora bien, ¿asegura su presencia unas políticas comprometidas con la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres? ¿Hasta qué punto el nivel de influencia conlleva una masculinización de su conducta? Sea como fuere, a la dificultad propia de la dirigente se añade cierto escrutinio público que identifica firmeza con sectarismo y diálogo con debilidad. Pero, gurra de sexos aparte, lo cierto es que cada vez hay más féminas al frente del Ejecutivo.
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