El final de la Guerra Fría mermó la legitimidad de la diplomacia norteamericana. Durante décadas Estados Unidos había sido la potencia hegemónica dentro de la OCDE gracias a su capacidad para enfrentear a un enemigo común, el bloque de países del socialismo real, que representaba un importante reto para el capitalismo liberal. Hoy esta tarea se hace mucho más ardua: cuanto más difícil sea construir este enemigo externo, más necesario será recurrir a la desinformación, las verdades a medias o incluso la mentira. La invención de un régimen terrible en Iraq que amenazaba la seguridad de todo Occidente es buen ejemplo de ello. También la lucha contra el terrorismo y, más recientemente, la lucha contra el llamado crimen organizado forman parte de esta estrategia.
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