Olivier Messiaen, en la composición de su gran Catalogue d'Oiseaux (1956-1958), desafía la arbitrariedad general del signo musical planteándose la composición de su repertorio como una obra de transcripción de los que él llama "cantores de la naturaleza", a la vez fiel a lo oído y recogido en las numerosas horas de grabación en los bosques y a su naturaleza poética. El tipo de manipulación del material sonoro, dada la voluntad del autor, será muy diferente a la que hace el Padre Donostia en su Danza del Mirlo, donde el concepto de juego es lo fundamental. No obstante, una mirada atenta a la caracterización del mirlo en los fragmentos correspondientes del Cathalogue y de Petites Esquisses d'Oiseaux nos revelará curiosas coincidencias con la partitura del Padre Donostia.
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