Bajo un punto de vista comercial, la calidad puede definirse como el conjunto de características que reúne un producto y que le permiten satisfacer unos criterios estándar previamente estipulados por el consumidor. Sin embargo, este concepto varía según el producto y significa cosas distintas para gente diferente. Pero en los frutos existen algunas características que pueden ser objetivamente consideradas como determinantes de la calidad y aceptadas con carácter general (Orihuel, 1991; Arpaia, 1994). En el caso de los frutos cítricos, el consumo en fresco representa una parte importante de su comercio mundial, particularmente en Europa, EE UU y Japón, y en esos países la calidad aplicada al fruto en fresco adquiere extraordinaria importancia porque éste se consume individualmente y porque el nivel económico del consumidor es muy elevado y es exigente en la calidad intrínseca del producto. De acuerdo con estos aspectos, la calidad de un fruto cítrico incluye tanto sus características internas como externas. Las primeras se refieren, sobre todo, a sus cualidades organolépticas; las segundas a los aspectos cosméticos, particularmente su apariencia externa, y bajo este punto de vista los desórdenes fisiológicos representan importantes pérdidas.
Son diversas las causas responsables de las alteraciones fisiológicas, siendo las más importantes las relacionadas con factores climáticos (temperatura, HR, viento, lluvia), intercambios gaseosos, tipos de suelo, localización del campo (latitud y altitud) y la polución atmosférica (Arpaia, 1994; Agustí, 1999). Otras, como salinidad, sequía, luminosidad, etc., son consecuencia de las anteriores.
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