En el Informe de las Obras de la Catedral de Santiago, escrito entre 1656 y 1657, el autor expone su plan para reorganizar la disposición del sepulcro del Apóstol, tarea que él mismo califica de complicada. Así propone, primero, abrir un pasadizo de bajada a la cripta de la tumba apostólica; segundo, retirar el retablo medieval del arzobispo Gelmírez que confunde con un cenotafio; y, por último, construir un nuevo cenotafio de clara inspiración italiana. Tal reflexión, junto con la consideración vigente desde la Edad Media de que el cenotafio era un accesorio indispensable, fue el punto de partida para la reorganización del presbiterio y para las espectaculares reformas que se llevaron a cabo después.
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