A los dos años, los niños y niñas no tienen un sentido exacto del tiempo, pero sí identifican momentos del día. Las rutinas contribuyen a organizar sus experiencias y los ayudan a situarse en el tiempo y en el espacio. Pero rutinas no es sinónimo de rigidez, porque todos los momentos son educativos y, por tanto, flexibles y susceptibles de cambio.
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