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Viaje a la China rural: una aldea al margen del tiempo

  • Autores: Amy Tan
  • Localización: National geographic, ISSN 1138-1434, Vol. 23, Nº. 2, 2008 (Ejemplar dedicado a: China, el corazón del dragón), págs. 54-77
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Con el sol cerca del horizonte y un aire todavía cálido llegué a la alta puerta ceremonial por la que se accede al pueblo. Desde lo más alto del camino de tierra, se abría ante mis ojos un valle en plena cosecha: un mosaico de campos verdes con pinceladas de oro, interrumpido por las negras siluetas ondulantes de los tejados. En las laderas se apilaban los arrozales como tortas esponjosas. De repente, dos niñas de diez años vinieron corriendo a mi encuentro y me cogieron del brazo, entonando una bienvenida con ritmo entrecortado mientras me conducían por un sendero de piedra entre un laberinto de casas de madera de tres plantas. Ancianas con turbante nos contemplaban desde los porches. Tres hombres de aspecto marchito, con gorras al viejo estilo Mao, levantaron la vista de sus pipas. Un enjambre de niños nos seguía. Las niñas me llevaron hasta unos graneros construidos sobre unos pilotes, bajo los cuales había corrales con cerdos y estanques con patos. Debajo de algunos cobertizos vi lo que me parecieron tres o cuatro armarios decorados, apoyados de costado; en realidad eran naves para el otro mundo, ataúdes hechos a medida con la madera de los árboles plantados el día del nacimiento de sus futuros propietarios. Había llegado a Dimen, un pueblo perdido entre las exuberantes montañas de Guizhou, el hogar de cinco clanes y 528 familias de la minoría dong. La provincia es pobre y remota. Prueba de esto último era el dolor de mi espalda, castigada por ocho horas de viaje en autobús por una carretera sinuosa, borrada en algunos tramos a causa de los corrimientos de barro


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