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Resumen de El precio de la prosperidad

Leslie T. Chang

  • Cuando Zhou Jiaying cumplió cuatro años, la matricularon en dos cursos (inglés americano oral y conversación en inglés) y le pusieron un nombre occidental: Bella. Sus padres esperaban que estudiara una carrera en el extranjero. Al año siguiente la apuntaron a clases de teatro. A los ocho años empezó con el piano, para aprender disciplina y desarrollar el cerebro. En verano iba a la piscina a aprender a nadar; sus padres pensaban que la natación la haría crecer más. Bella quería ser abogada, y para eso había que ser alta. A los diez años, Bella llevaba una vida plena de posibilidades, pero más organizada que la de un recluta en un campamento militar. Al salir del colegio, hacía los deberes ella sola hasta que sus padres volvían a casa. A continuación cenaba, se bañaba y tocaba el piano. A veces le dejaban ver la televisión, pero sólo las noticias. Los sábados tenía clases particulares de redacción, seguidas de Olimpiadas Matemáticas, y los domingos, lecciones de piano y clases de preparación para el examen de ingreso en un instituto de secundaria de Shanghai. El mejor momento de la semana era el viernes por la tarde, ya que ese día el colegio acababa antes. Entonces Bella hacía una profunda inspiración y miraba a su alrededor, como un recluso que vislumbra el cielo sobre los muros de la prisión. Para la clase media emergente de China, ésta es una época de expectativas, pero también de angustia. Las oportunidades se han multiplicado, pero cada una de ellas trae consigo la presión de no desaprovecharla, y cada nueva adquisición viene envuelta en la decepción de no tener algo más nuevo y mejor. Un apartamento reformado hace unos pocos años ya parece anticuado y un teléfono móvil sin cámara de vídeo o pantalla en color es una vergüenza para su usuario


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