El tratamiento quirúrgico juega un papel fundamental en el manejo de algunos pacientes con hematomas de cerebelo, y sin embargo, no existe una guía de tratamiento universalmente aceptada que permita seleccionar a este subgrupo de pacientes.
El objetivo del presente trabajo fue revisar la base sobre la que se fundamentan las indicaciones del tratamiento quirúrgico en esta patología.
En ausencia de ensayos clínicos que afronten este problema, las series clínicas muestran que los criterios más consistentes para la decisión terapéutica son el nivel de consciencia, el tamaño del hematoma, la presencia de hidrocefalia y los datos radiológicos de compresión de los espacios continentes de LCR en la fosa posterior.
El parámetro mejor estudiado como reflejo de este último aspecto posiblemente sea la deformidad del IV ventrículo. La literatura sugiere que los hematomas de 4 o más cm de diámetro, o que causan una oclusión completa del IV ventrículo o de la cisterna prepontina deben ser intervenidos independientemente del nivel de consciencia, al presentar una compresión significativa del tronco del encéfalo (TDE). Por el contrario, es probable que hematomas de menos de 3 cm y que no deforman el IV ventrículo, no causen una compresión importante en la fosa posterior, y puedan ser manejados de forma conservadora o mediante el drenaje de la hidrocefalia si fuera preciso. Para hematomas de tamaño intermedio la decisión terapéutica está menos clara, pudiendo optarse por observación estricta en los pacientes con GCS 14-15 o con drenaje ventricular externo (DVE) aislado en aquellos con GCS<14 que presenten hidrocefalia. En presencia de un bajo nivel de consciencia a pesar del tratamiento de la hidrocefalia, o en ausencia de ésta, se debería realizar una evacuación del hematoma.
Finalmente, no parece indicado el tratamiento de pacientes con GCS 3 y ausencia de reflejos de tronco, oaquéllos en los que por su edad avanzada o mala calidad de vida previa presenten un pronóstico funcional malo.
Se ha encontrado además que los pacientes en coma y con signos radiológicos de grave compresión del TDE las posibilidades de una buena recuperación son muy escasas.
A pesar de todo el tratamiento ha de ser individualizado en cada caso, ya que no existe la evidencia suficiente que permita elaborar una guía de aplicación estricta.
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