Santiago Álvarez Cantalapiedra
Tanto en el ámbito del Estado-nación como en el internacional, siempre acaba por emerger la cuestión de la cohesión social como un enunciado fetiche cuya simple invocación parece suficiente para encarar los problemas y aliviar las tensiones sin necesidad alguna de referirse a las causas que los provocan. No sería demasiado aventurado afirmar que a la profusión en la utilización de la expresión le sigue una confusión cada vez mayor respecto a las razones que la motivan, cuando no una interesada vocación de desplazar otros conceptos más incisivos para el propósito de comprensión e interpretación de los problemas.
Tanto en el ámbito del Estado-nación como en el internacional, siempre acaba por emerger la cuestión de la cohesión social como un enunciado fetiche cuya simple invocación parece suficiente para encarar los problemas y aliviar las tensiones sin necesidad alguna de referirse a las causas que los provocan. No sería demasiado aventurado afirmar que a la profusión en la utilización de la expresión le sigue una confusión cada vez mayor respecto a las razones que la motivan, cuando no una interesada vocación de desplazar otros conceptos más incisivos para el propósito de comprensión e interpretación de los problemas.
Tanto en el ámbito del Estado-nación como en el internacional, siempre acaba por emerger la cuestión de la cohesión social como un enunciado fetiche cuya simple invocación parece suficiente para encarar los problemas y aliviar las tensiones sin necesidad alguna de referirse a las causas que los provocan. No sería demasiado aventurado afirmar que a la profusión en la utilización de la expresión le sigue una confusión cada vez mayor respecto a las razones que la motivan, cuando no una interesada vocación de desplazar otros conceptos más incisivos para el propósito de comprensión e interpretación de los problemas.
Tanto en el ámbito del Estado-nación como en el internacional, siempre acaba por emerger la cuestión de la cohesión social como un enunciado fetiche cuya simple invocación parece suficiente para encarar los problemas y aliviar las tensiones sin necesidad alguna de referirse a las causas que los provocan. No sería demasiado aventurado afirmar que a la profusión en la utilización de la expresión le sigue una confusión cada vez mayor respecto a las razones que la motivan, cuando no una interesada vocación de desplazar otros conceptos más incisivos para el propósito de comprensión e interpretación de los problemas.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados