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Die Lateinamerikapolitik der Vereinigten Staaten vor 1898: Handelsimperium statt Kolonialherrschaft

  • Autores: Hans-Ulrich Wehler
  • Localización: Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas = Anuario de Historia de América Latina ( JbLA ), ISSN-e 2194-3680, Nº. 3, 1966, págs. 184-318
  • Idioma: alemán
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • El proceso de penetración económica de Latinoamérica, que convirtió a ésta en uno de los clásicos campos de expansión del imperialismo comercial norteamericano, se inicia en la penúltima década del siglo XIX. Bajo la poderosa impresión de la "Great Depression" económica mundial de 1873 a 1897 llegaron las minorías directivas políticas y económicas a un acuerdo sobre un programa de acción a partir de la supercapacidad industrial y agraria originada en un sistema capitalista altamente desarrollado. En vista de la oposición dogmática socialconservadora contra intromisiones impositivas en la estructura social y económica, el desarrollo forzado de la exportación, en el que se veía el remedio contra las tensiones económicas y sociales del período de crisis, fue considerado como la única solución permanente. Desde este punto de vista era lo más natural que las miradas se fijaran en el "mercado para nuestra superproducción" que Latinoamérica ofrecía, principalmente después de la coyuntura depresiva de 1882-1885. En estos años se desarrolla precisamente el nuevo Panamericanismo, determinado totalmente por las necesidades de la política de Washington y que sirvió de instrumento a la diplomacia económica americana en la conquista y aseguramiento del gran mercado latinoamericano desde la penúltima década del siglo XIX. En Hispanoamérica se vio con razón en este proceso "la eterna pretensión de los Estados Unidos de dar un contenido económico a la doctrina de Monroe" para alcanzar la lejana finalidad de "hazer predominar su extraordinaria capacidad de producción bajo pretexto de una unión panamericana". El predominio económico rival de Inglaterra era considerado en Washington con el más molesto obstáculo interpuesto a los planes americanos, de ahí que la oposición unas veces oculta y otras abierta, pero siempre vigorosa, al influjo británico caracterizó su nueva política latinoamericana desde sus enérgicos comienzos. Así en la política norteamericana frente a la revolución chilena de 1891 en que Washington intervino en forma masiva a favor de Balmaceda y contra los Congresionalistas, tachados de muñecos de los intereses británicos. No menos en la intervención durante la revolución brasileña de 1893/94 que parecía amenazar los intereses americanos consagrados por el Tratado de Reprocidad. Más larga aún fue la rivalidad en Nicaragua y en la Mosquitia, donde los planes americanos para la construcción de un canal transístmico interferían directamente con pretensiones inglesas. El choque abierto de ambos concurrentes se dio, finalmente, durante la crisis venezolana de 1895/96 con el triunfo de las aspiraciones de supremacía norteamericanas. Desde 1896 en que el gobierno norteamericano declaró ante el mundo que los Estados Unidos estaban decididos, a partir de entonces, a emplear todas sus fuerzas para asegurar la dirección del hemisferio occidental de acuerdo con sus intereses, fue ya solo cuestión de algunos años hasta que a la hegemonía, disputada por Inglaterra, sucedió la aplastante superioridad económica que desde entonces determina, con todas sus consecuencias políticas, la relación entre los Estados Unidos y el continente del sur. La guerra hispano-norteamericana de 1898 vino solamente a sellar este proceso de la última década del siglo XIX. Ciertamente, los Estados Unidos, de acuerdo con su tradición anticolonialista, evitaron siempre la adquisición de soberanía formal sobre dependencias territoriales; en el continente latinoamericano, podía conformarse sin ningún peligro el imperialismo "de puerta abierta" norteamericano con la obtención y aprovechamiento de todas las ventajas de un dominio indirecto sin las cargas que una adquisición colonial supone para un gobierno. Los inicios de ese imperialismo, en principio librecambista, plenamente consciente de su superioridad económica y limitado a un "Informal Empire" según patrones británicos y que, con mejor suerte que la Gran Bretaña, pudo conservar dicha política, constituyen el objeto del presente trabajo.


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