Con el presente artículo reproducimos una conferencia, dada por el Dr. Alberto Wagner de Reyna el día 29 de septiembre de 1981 en la Universidad de Bonn. - ¿Dónde ubicar a Latinoamérica? esa es la pregunta inicial del autor. Después de la Segunda Guerra Mundial se dejaron de usar las expresiones tradicionales como eran el Mundo Nuevo y el Viejo Mundo, sustituyéndolas por la división problemática y difícil de definir de los bloques del este y del oeste. Los estados y pueblos situados debajo del ecuador social, entre ellos también Latinoamérica, se clasificaron finalmente como Tercer Mundo, habiendo surgido esta denominación del pensamiento de desarrollo según un modelo orgánico. Este concepto orgánico, bajo la influencia de políticos, economistas y sociólogos, se ajustó a la fuerza a índices, en procesos calculables y manipulables de un movimiento linear y progresivo. De ahí resulta lo absurdo, como cuando algunos estados de Latinoamérica, según el índice que tengan, se colocan en un mismo grupo junto con Nepal o la República Central de África. Luego, teniendo en cuenta la teoría dependencista así como las consecuencias de un desarrollo (económico) disfrenado, avisadas por el Club of Rome, Wagner de Reyna compara la política de desarrollo moderna con una droga que lleva a sarcomas e insuficiencias orgánicas de los países de desarrollo. Al final busca un concepto que fuese capaz de destrozar estos parámetros de una triple división del mundo para de esta manera evitar un desarrollo mal encaminado. Teniendo la orientación espiritual por encima de fenómenos materiales, "haría posible una estructuración del mundo según criterios realmente humanos", le ubicaría a Latinoamérica en un lugar distinto del hasta ahora común y le posibilitaría mantener su identidad cultural. Wagner de Reyna rechaza como precipitado y superficial el concepto de cultura como epifenómeno de estructuras económicas. La herencia múltiple de Latinoamérica contiene el ideal de la pobreza monástica, de la ascética teresiana, de la modestia. El ascenso de este ideal a gobierno espiritual haría posible que Latinoamérica escapase de la maquinaria del desarrollismo; desde esta distancia podría decidir y perfeccionar su propia identidad cultural. Para darle a Latinoamérica su lugar merecido en la problemática del desarrollo, hay que comprender su historia en toda su profundidad, hay que saber dónde ubicar a Latinoamérica.
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