Se puede apreciar con facilidad que el derecho a la intimidad y el derecho a saber se encuentran continuamente en un estado de tensión, a veces, abiertamente en conflicto.El derecho a saber, la libertad de expresión y la transparencia constituyen características básicas de una sociedad democrática; sin embargo, no pueden anular la exigencia de intimidad, el derecho a desarrollar libremente nuestra propia personalidad, a construir nuestra esfera privada, a conseguir que se respete nuestra dignidad.Los dos derechos deben reconciliarse mediante una incesante búsqueda de equilibrio, el cual, con frecuencia, resulta cualquier cosa menos fácil de alcanzar.
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