No existe el documental como tal, tanto si el término se refiere a una categoría de material, como a un género, un enfoque o una serie de técnicas. Esta afirmación, tan antigua y fundamental como el antagonismo entre los nombres y la realidad, necesita ser replanteada sin cesar pese a la existencia innegable de una tradición documental. En el cine, esta tradición, lejos de sufrir una crisis en la actualidad, se refuerza más bien a sí misma gracias a una sucesión de periodos de decadencia y renovación. De hecho, son numerosas las narraciones que intentan unificar/purificar sus prácticas postulando la evolución y la continuidad de un periodo a otro, basándose poderosamente en conceptos de periodización tradicionalmente historicistas
There is no such thing as documentary—whether the term designates a category of material, a genre, an approach, or a set of techniques. This assertion —as old and as fundamental as the antagonism between names and reality— needs incessantly to be restated despite the very visible existence of a documentary tradition. In film, such a tradition, far from undergoing a crisis today, is likely to fortify itself through its very recurrence of declines and rebirths. The narratives that attempt to unify/purify its practices by positing evolution and continuity from one period to the next are numerous indeed, relying heavily on traditional historicist concepts of periodization.
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