Para las empresas, ya sean industriales o de consumo, incluir servicios en su oferta permite conseguir no sólo ventas adicionales, sino también mejores márgenes, soluciones más personalizadas y una diferenciación frente a competidores de países de bajo coste laboral. No obstante, la práctica revela que, a la par de su gran atractivo, este movimiento estratégico también lleva asociado un alto riesgo.
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