La capitalización del agro en el Valle Central de Costa Rica, cuyo eje fue el cultivo del café, supuso decisivas transformaciones económicas y sociales después de 1830: privatización de la tierra, expansión del crédito, auge del comercio exterior y alza en la compra y venta de fuerza de trabajo. El desarrollo de una economía nacional y del Estado fue el trasfondo de un amplio cambio cultural, que empezó a modificar los antiguos patrones de vivienda, consumo, diversión y vida cotidiana, un proceso del que no se exceptuó la cultura libresca. A fines de la colonia, la circulación de libros en el Valle Central era muy limitada; aunque en las bibliotecas de los sectores más acaudalados figuraban algunas obras selectas (de Derecho, Filosofía, Historia), en lo esencial prevalecían las de carácter devoto, principalmente catecismos, cartillas y novenas. Esta situación comenzó a variar luego de la independencia (1821), cuando una creciente importación de textos se aunó con su producción local, gracias a la introducción de la imprenta (1830). En este marco, si bien campesinos y artesanos siguieron fieles a un cuerpo de obras tradicionales, de tipo religioso o escolar, la emergente burguesía agroexportadora, asentada en los cascos urbanos de las poblaciones principales (sobre todo de San José, capital del país), empezó a leer las obras de Robertson y Smith, Byron y Sue. Esta europeización de sus gustos literarios fue estimulada por la inmigración de comerciantes y artesanos europeos, quienes contribuyeron a profundizar el proceso de cambio cultural.
Im zentralen Hochtal von Costa Rica setzte die gewinnbringende Nutzung des Ackerlandes, in deren Mittelpunkt der Kaffeeanbau stand, nach 1830 entscheidende wirtschaftliche und soziale Wandlungen voraus: Privatisierung des Bodens, Kreditausweitung, Aufschwung des Aussenhandels und die Expansion des Arbeitsmarktes. Die Entwicklung einer Nationalökonomie sowie des Staates bildeten den Hintergrund für einen weitreichenden kulturellen Wandlungsprozess, in dessen Verlauf sich in den Bereichen des Wohnens, Konsums, der Unterhaltung sowie des täglichen Lebens überkommene Verhaltensmuster zu verändern begannen und von dem auch die Buchkultur nicht unberührt blieb. Zum Ende der Kolonialzeit kursierte im zentralen Hochtal nur eine sehr begrenzte Anzahl von Büchern. Obwohl in den Bibliotheken der begüterten Schichten einige erlesene (juristische, philosophische, historische) Werke vorkamen, überwogen im wesentlichen diejenigen geistlichen Charakters, wie vor allem Katechismen, fromme Fibeln und Novenenbücher. Dies begann sich nach der Unabhängigkeit (1821) zu ändern, als der zunehmende Import von Texten sich mit der - durch die Einführung des Buchdrucks (1830) ermöglichten - lokalen Produktion verband. So begann, während Bauern und Handwerker weiterhin einem traditionellen Korpus von religiösen oder Unterrichtswerken verhaftet blieben, das aufstrebende, im Export von Agrarprodukten engagierte Bürgertum, das in den städtischen Zentren der wichtigsten Siedlungsschwerpunkte (vor allem der Landeshauptstadt San José) konzentriert war, die Werke von Robertson, Smith, Byron und Sue zu lesen. Diese Europäisierung seines literarischen Geschmacks wurde durch die Einwanderung europäischer Kaufleute und Handwerker angeregt, die zur Vertiefung des kulturellen Wandels beitrugen.
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