A pesar de que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) es un organismo de menor categoría que la Unión Europea o la OTAN, esta organización de carácter regional, que es la mayor del mundo en su género, cuenta con un impresionante corpus de compromisos para con la democracia y los derechos humanos.
Se encarga, además, de desarrollar actividades relacionadas con la democracia en muchos de los países que engrosan sus filas y sigue siendo uno de los actores principales en la supervisión de los procesos electorales.
Pero la OSCE empieza a tambalearse. Desde Vladivostock hasta Vancouver, sus miembros no logran ponerse de acuerdo sobre el funcionamiento y el futuro de la organización. En los cuatro últimos Consejos Ministeriales celebrados no se ha alcanzado ningún compromiso.
Este trabajo pretende diseccionar los problemas y el proceso de reforma interna de la OSCE, y valorar cómo la organización podría ser útil para fomentar los valores democráticos. Se aborda, asimismo, el progreso conseguido bajo la actual presidencia española de la OSCE.
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