En esta comunicación me propongo establecer una comparación entre las perspectivas del placer que ofrecen Platón y Aristóteles, iluminada por algunos comentarios de Santo Tomás a la Ética Nicomaquea. El objetivo es doble: por una parte, intento explorar en qué sentido el placer ilimitado, a pesar de su poderoso atractivo para la masa como fin de la vida, produce efectos decepcionantes, y por la otra, determinar en qué sentido el placer medido por la inteligencia, i.e., subordinado al bien, produce efectos positivos y estimulantes. Ambos filósofos están convencidos de que el cálculo certero de los placeres auténticos es clave para alcanzar una sabia serenidad. Por el contrario, una vida que se deja arrastrar por múltiples apetitos, en la ignorancia del bien, no puede guardar fidelidad a nada ni a nadie y queda impedida para establecer lazos emocionales profundos y estables. En el Filebo Platón sugiere que así como Afrodita establece límites al placer para salvarlo (imponiéndole ritmos y umbrales naturales) también nosotros hemos de hacer lo mismo apelando a la inteligencia a fin de organizar nuestra vida para hacerla buena y feliz.
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