Por crisol entiende la Real Academia aquel «recipiente de material refractario que se emplea para fundir y purificar metales, como el oro y la plata, a temperaturas muy elevadas». Y nunca mejor aplicado a lo que ocurrió en Aragón del siglo VIII a comienzos de XVII, es decir, desde la ocupación musulmana de Zaragoza en el año 714 hasta la expulsión de los moriscos en 1609 por Felipe III, fruto privilegiado de todo lo cual, entre otros, fue lo mudéjar que ahora nos ocupa.
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