La política exterior española en el Caribe durante las décadas centrales del siglo XIX estuvo dirigida a la construcción de una serie de contrapesos que frenaran la presión estadounidense sobre Cuba. El fracaso de los proyectos intervencionistas en México y la República Dominicana ensayados durante el reinado de Isabel II y el estallido de la crisis cubana mediatizaron por completo la política exterior española durante el Sexenio y la Restauración y convirtieron a la cuenca del Caribe en una zona de vital interés para la diplomacia española. Ello impulsó a España a tratar de normalizar sus relaciones con una serie de Estados que, desde la independencia, habían tenido que enfrentarse con la actitud intervencionista o indiferente de la antigua metrópoli colonial.
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