La autora estudia en este texto las distintas vicisitudes de la instalación del Superyo, instancia que Freud aportó tardíamente a la metapsicología, pero que recorre toda su obra bajo distintas expresiones, como por ejemplo "conciencia moral". El advenimiento del Superyo post-edípico representa un momento clave para el equilibrio psíquico del individuo como punto de inflexión entre la etapa pregenital de su desarrollo y su accesión a la genitalidad. Por analogía la autora compara esta integración de una "conciencia moral" con el grado de cultura que una sociedad civilizada debe adquirir para ser tolerable. Se interroga también sobre los peligros actuales que un cierto "malestar" en el Superyo (que encarna todo lo que supone reglas, prohibiciones y frustraciones) puede producir.
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