Sin la Biblia y sin la ópera de Verdi, el nombre del rey Nabucodonosor II habría permanecido casi oculto. Habrá que esperar hasta el siglo XX para que la arqueología y la epigrafía nos descubran el esplendor de su reinado, en particular de la célebre puerta de Istar de Babilonia, hoy conservada en Berlín.
Por el contrario, a un lorquino la palabra Nabucodonosor le resulta familiar, ya que desde 1882 esta figura de historia de Mesopotamia es parte indisoluble de sus desfiles bíblico-pasionales.
Con la doble finalidad de acercar al lector al contexto en que desarrolló su reinado el monarca babilónico y a su verdadera dimensión dentro de la Semana Santa de Lorca, nace el presente artículo.
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