El funcionamiento de la Unión Europea, y más concretamente su estado actual, me preocupa profundamente. No porque haya crisis alguna, sino porque la UE atraviesa una suerte de enfermedad de larga duración que no augura nada bueno en relación a su capacidad futura de responder a las esperanzas de los ciudadanos, si no somos capaces de encontrar los medios para dotar a la UE con un nuevo impulso.
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