En el seno de diez años de guerra civil, violencia política y profundo malestar social causado por la crisis económica, se han producido en la región centroamericana procesos electorales. Por primera vez, todos los resultados de estos procesos han sido aceptados como legítimos, abriéndose así, con dificultades, espacios para la competencia partidaria y la organización popular. Pese al reducido tamaño geográfico, las experiencias no tienen ningún parecido entre sí. En Costa Rica, en un extremo, existe desde hace más de medio siglo una democracia política. En Nicaragua se intentó crear una democracia participativa, pero el esfuerzo se frustró por la intervención norteamericana. En Guatemala y El Salvador, la tradición de violencia política convive con una democracia electoral extremadamente débil. Las elecciones han servido para redefinir las relaciones entre los grupos dominantes, el Ejército y la sociedad.
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