La leche es un producto fácilmente perecedero, y tiene un tiempo de conservación muy limitado si no se la trata adecuadamente. Por esto, antes del uso habitual de las técnicas industriales de conservación por esterilización y pasteurización, las vacas debían situarse muy próximas a los consumidores. Los tratamientos térmicos de conservación de la leche, que no se popularizarían hasta pasado el año 1925, permitieron el desplazamiento de los centros de producción de la ciudad a zonas rurales más adecuadas a este tipo de actividades.
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