La apropiación de los espacios públicos de los centros históricos se ha basado tradicionalmente en relaciones de proximidad y de cotidianeidad. No obstante, los medios de comunicación han impuesto nuevos discursos sobre la ciudad, entre ellos los de la ciudad rememorada, proyectada e imaginada. Todo ello ha propiciado que la percepción física se confunda con la imagen creada por los medios de telecomunicación. En este marco de mayor complejidad, el discurso del proyecto urbano aplicado a la reforma urbana se ha limitado al esponjamiento y a la decoración de los huecos. Es por ello necesaria una relectura de los espacios públicos donde los mecanismos de movilidad y de relación se han transformado y en los cuales la inmigración se ha convertido en un elemento central. El centro histórico de Barcelona, por su reforma urbana en el periodo 1986-2000, es un terreno privilegiado para el análisis de la complejidad de los nuevos espacios centrales de la ciudad, objeto de todas las miradas urbanas.
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