Designada Santa Cruz de Tenerife como capital de la provincia única de Canarias en 1833, La Laguna ve frustradas sus expectativas y pasa a ocupar una nueva posición en la red urbana insular. Este proceso, que se venía gestando desde finales del siglo XVIII, deriva en una atonía demográfica y urbana que se prolonga a lo largo del siglo XIX. A pesar de ello, La Laguna realiza un importante esfuerzo de modernización en equipamientos e infraestructuras, al tiempo que rehabilita el viejo caserío. A finales de la centuria, la ciudad, convertida en centro comarcal, manifiesta signos evidentes de recuperación urbana que se concretan en las primeras décadas del siglo XX.
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