El cristianismo se implantó en Hispania a partir del siglo III, con contenidos y formas de carácter sincretista y entre las oligarquías y capas altas sociales. Por ser estos sectores sus principales difusores y dirigentes, las iglesias hispanas vivieron en plena armonía con su entorno social y asumieron paulatinamente, sin rupturas traumáticas, el papel integrador y político antes desempeñado por la religión romana. La espiritualidad ferviente y libre de las primeras comunidades cristianas sólo se conoció en el siglo IV, entre aristócratas heréticos, perseguidos y marginados por el Estado romano y por la Iglesia ortodoxa.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados