24 de junio de 1572. Un ejército español ocupa la ciudad de Vilcabamba, desde donde los últimos soberanos incas han resistido casi cuatro décadas a los conquistadores. La capital rebelde, en el corazón de las quebradas andinas, no es sino un montón de ruinas humeantes: Túpac Amaru, el último Inca, ha ordenado destruirla y se ha internado en la selva con sus allegados y sus generales. Pero los españoles no se dan por satisfechos. Cortando la espesura a machetazos, avanzando en balsas, capturan a los fugitivos uno tras otro hasta dar con el soberano, que había huido con su esposa, en avanzado estado de gestación. Los toman prisioneros y, junto con las momias de su hermano Tito Cusi y su padre, Manco Inca, los conducen a Cusco, donde llegan el 21 de septiembre y en cuya plaza mayor el Inca es degollado tras un rápido juicio. La maleza y el olvido se adueñarán de Vilcabamba y las demás ciudades del incanato derrotado hasta que, tres siglos y medio después, Hiram Bingham publique los relatos de sus expediciones.
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