Imagino que el Parque Nacional del Valle de la Muerte es para los geólogos lo más parecido a la pornografía científica. Allí pueden verse, por supuesto, las clásicas montañas elevadas y los valles abismales. Pero en casi todos los otros lugares del planeta, el plegamiento de las rocas, la colisión de las placas tectónicas, las orillas de los lagos en avance o en retroceso, los indicios de volcanismo, la fricción de los glaciares contra la roca y los efectos de la erosión están cubiertos de hierba, polvo, nieve o hielo. La Tierra es una madre pudorosa, pero el valle de la Muerte exhibe una total desnudez. Es también el único lugar de la Tierra donde la geología me ha hecho reír. Pienso concretamente en una zona del noroeste del valle de la Muerte llamada la Racetrack (pista de carreras), donde, inexplicablemente, rocas del tamaño de un microondas se deslizan por el barro reseco y recorren distancias de más de 850 metros. Las pruebas están ahí: profundos surcos en la superficie, con una roca al final. Debemos concluir que de algún modo las rocas se desplazaron unos 200 metros, dejando a su paso una estela inconfundible. Hay más de 150 de estas rocas errantes, aunque nunca nadie las ha visto moverse
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados