Francisco Javier de Santiago Guervós
A cada miembro de la comunidad en la que vivimos se le ha introducido paso a paso, desde niño, en el dominio complejo de unas reglas de comunicación verbal y no verbal que rigen la sociedad a la que pertenece. Crecemos como seres clónicos de los que nos rodean, imitamos los modelos que se nos presentan como ideales y rechazamos, generalmente, los que son rechazados por la sociedad en la que vivimos. Desde que nacemos iniciamos un proceso de socialización que forma nuestra cultura, nuestro modo de ver y de interpretar el mundo. Tenemos, por tanto, un enorme volumen de información compartida, la que no se menciona en los diálogos, la que se infiere, la sobreentendida.
Por eso no basta conocer una lengua, conocer un código lingüístico para poder comunicarse con hablantes de otras lenguas. Hay que conocer lenguas, sí, pero también hay que conocer culturas. En caso contrario, de poco nos servirá conocer el código lingüístico porque caeremos en constantes interferencias comunicativas. Si queremos que nuestras comunicaciones tengan éxito, si queremos que la comunicación sea eficaz, tenemos que tener muy en cuenta la información que compartimos con nuestro interlocutor, su sociología, en definitiva, su cultura. Fluidez lingüística, sí, pero también fluidez cultural.
Es, por tanto, a través de la comunicación verbal y no verbal como se crean las normas sociales de conducta. Es a través de la comunicación como se llega a los acuerdos sociales que forman la cultura de una sociedad. Luego para comunicarse dentro de esa sociedad concreta, que ocupa un espacio y un tiempo concretos, hay que manejar, idefectiblemente, dichos parámetros; para persuadir a una sociedad específica hay que hacerlo dentro de sus valores culturales, dentro de su espacio cognitivo, sin perder de vista un instante los mecanismos de comprensión que maneja ante los estímulos que se le proporcionan, porque el código que interpretan no es sólo un código oral sino toda la información que perciben sus sentidos en el contexto cultural en el que se desarrollan. Esto es un hecho, es un dato del que tenemos que partir si queremos entender el papel de la Retórica y la comunicación en la sociedad en la que vivimos. Y no es esta una interpretación vanguardista de la Retórica, porque Aristóteles (1359b) era plenamente consciente de que la Retórica es una combinación de ciencia analítica y de las costumbres (es decir, de la cultura, de esta cultura de la que hablamos), y desde ahí desarrolla su tratado en el momento en que la comunicación se hace consciente, cuando se toma conciencia de su poder, la elaboración del discurso se mercantiliza, se sistematizan los instrumentos de la comunicación para manejarla hacia el éxito. La Retórica es, obviamente, una herramienta de comunicación, de persuasión y, por tanto, de poder,
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