A raíz de un análisis de las recientes reformas al sistema electoral colombiano, los autores concluyen que el propósito de fortalecer los partidos, y por ende, fortalecer la ideología, no resultó como esperaban quienes pretendían cambiar las prácticas tradicionales en la forma de hacer política. De la misma manera en que lo han hecho a lo largo de la historia, sin transformar de manera notable sus costumbres políticas, conservando la mayoría en todos los espacios de poder, y valiéndose de la publicidad y el manejo de su imagen, los partidos tradicionales se perpetúan en su consagrada política personalista
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