Este artículo se propone evidenciar las conclusiones de un análisis discursivo realizado en torno al semanario Marcha de Uruguay durante la vigencia de mi beca postdoctoral. Una lectura atenta del semanario muestra la crítica literaria en 1960, alojada en sus columnas culturales, signada por la problemática de las culturas marginales y la consagración de autores "clásicos ". Para ello, se eligieron dos textos a fin de observar un latinoamericanismo cuya potencia se debía a la impronta revolucionaria del momento. Tanto Carlos Martínez Moreno como Real de Azúa se interrogan por el lugar de la cultura latinoamericana en la cultura occidental y proponen modos de acercamientos al estudio de autores y textos. Las estrategias que se visualizan muestran cómo se ejercía la pedagogía marchista destinada a formar a un público lector que, en su mayoría, estaba constituido por jóvenes de clase media.
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