No hay que ser un experto observador para constatar las dificultades con que tropieza la enfermera para promover su propio espacio en el ámbito de la investigación. La distribución de las cargas de trabajo que se mantienen en enfermería, son más que suficientes para desistir del intento. Aún así, todavía hay quien se atreve y se lanza al vacío, no contanto con otro tiempo que aquel que sustraerá a su vida personal.
La Oficina Regional Europea de la OMS describe las funciones de enfermería bajo unas claves en las que se deberían desarrollar. Estas claves las enumera del modo siguiente:
- prestar y administrar cuidados de enfermería atendiendo a las fases del proceso de enfermería;
- enseñar a los pacientes o clientes y al personal sanitario;
- actuar como un miembro efectivo del equipo de salud y - desarrollar la práctica de enfermería basada en un pensamiento crítico y de investigación.
Pero la realidad del ejercicio profesional diario nos muestra una cara bien concreta: unas cargas de trabajo que no permiten desarrollar otra función que la directamente asistencial u organizativa según se trate el puesto de trabajo, pero en todo caso, casi siempre marcadas por la impresión, tal vez un poco exagerada, pero comprensible de "abierto las 24 horas"; piénsese si no quien mantiene "abierto el hospital".
Bajo este escenario, las posibilidades de desarrollar esas formas innovadoras que señala la OMS en torno a la identificación de "áreas de investigación para incrementar los conocimientos o, desarrollar experiencias en la práctica de enfermería o en la formación, y participar en dichos estudios según se requiera" se presentan como una especie de boutade para quien no puede abandonar su puesto en la asistencia más que de modo excepcional y, en ocasiones, devolviendo el tiempo consumido con otras jornadas dobles de trabajo.
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