Arantza Platero, Mónica Moreno García
La indumentaria en el siglo XIV supuso un cambio de estilo pasando de los ropajes anchos, largos y sin formas de tradición oriental, a los modelos más ajustados y cortos de inspiración renacentista, marcando la diferencia del vestir entre el hombre y la mujer. A principios del siglo se siguieron utilizando los modelos del XIII, pellotes, garnachas, briales o sayas encordadas de fuerte influencia alto-medieval. A finales del XIV la moda había cambiado empujada y alentada por el incremento de la actividad urbana, que dio lugar a una evolución y diferenciación de las clases sociales, que se manifestó también en el vestido. La preocupación por el aspecto estético juega un papel importante en estos cambios empujados por los nuevos ideales artísticos y los cambios en el arte de la guerra. Esto dio lugar a nuevos modelos: jaquetas, hopalandas, jubones, y calzas de mayor longitud. Eran ropajes más ligeros que marcaban la silueta y facilitaban el movimiento, subrayando unas partes de la figura y obviando otras. La clara influencia gótico tardía se observa en el diseño de tocados, bocamangas y calzados puntiagudos. Dentro de este marco, destacamos todo el conjunto de vestiduras del Panteón Real del Monasterio de Santa María la Real de Huelgas en Burgos, o el pellote femenino conservado en la Colegiata de San Isidoro de León como exponentes de la indumentaria civil de las clases altas.
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