El monopolio del abasto de bienes europeos que detentaban las casas de comercio de Sevilla se fracturó en las últimas décadas del siglo XVI, cuando los mercaderes de la Ciudad de México adquirieron autonomía comercial y financiera, mediante la habilitación de la minería y la venta de bienes orientales en Perú. En este artículo se presentan los conflictos que enfrentaron el Consulado de Cargadores de Indias y el de México por imponer los precios de las mercancías de la Carrera de Indias, así como los esfuerzos de las autoridades de la Metrópoli por establecer una feria en la que se fijaran los precios de la mayor parte de los bienes de la flota mediante la negociación entre los representantes de ambos comercios
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