Valente en su tarea política se apoya en la memoria como espacio activo del silencio o del olvido de lo vivido y perdido, en el gran poder de lo imaginario y, además, en la formalización lingüística. A Valente le interesan las formas que percibe para deformarlas o transformarlas en el subconsciente alimentado de todas aquellas substancias siemprevivas, que lo convierten en fuente inagotable de lo siemprenuevo. Si no transformara las percepciones, éstas permanecerían como recuerdo. En su teoría de la materia poética Valente parte de la tierra virgen en la que enraíza su creación poética. Para Valente este barro u opacidad primordial oculta -de ahí la opacidad- el sentido de la experiencia vivida y perdida, que el poeta irá iluminando y conociendo a través de la palabra. Una vez que el poeta ha conocido lo que fue y a la vez ha desposeído de sí a la materia, desciende a la materia más original o morada del ser dejándose gestar por el verbo.
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