El propósito de este artículo es doble. Por un lado recordar que la reflexión sobre nuestras democracias hoy aboca de modo inexorable a hablar de cuestiones como la educación de la ciudadanía o a reconocer por la necesidad de desarrollar valores o virtudes cívicas. Por otro lado mi interés es plantear que tales cuestiones y necesidades están lastradas por nuestra incapacidad para hablar de ellas; esto es: no tenemos un vocabulario ni ético ni político para hablar ni de virtudes ni de la educación de la ciudadanía que ha de desarrollar y desarrollarse en nuestras democracias.
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