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Lo bello seco o la experiencia Gould.

  • Autores: Tomás Abraham
  • Localización: Astrolabio: revista internacional de filosofía, ISSN-e 1699-7549, Nº. 0, 2005
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • En la página 52 de su autobiografía Mi vida en la música Daniel Barenboin afirma no compartir la filosofía de Glenn Gould para quien la grabación es la única manera de producir música en el futuro. Baremboin define a su filosofía de la música un ¿naturalismo¿ para el que la música es sinónimo de vida, y lo que la singulariza es el tiempo, y el tiempo es lo que se pierde y jamás vuelve. El tiempo es lo que se pretende expulsar de una sala de grabación. La música es tiempo y, por lo tanto no repetición, el metrónomo sólo repite la medida. A las notas las sigue el silencio sin el cual no existirían, y la duración del sonido es por eso intermitente, finita, mortal. Este efecto de vacío es también marcado en el mundo del lenguaje. Foucault decía que desde el punto de vista ¿arqueológico¿ los discursos son escasos, que lo que primero debe llamarnos la atención es la rareza de su existencia. Por eso mismo el sentido es también escaso, no constituye una abundancia que los hermeneutas deben interpretar. Así como hay más palabras que sentido, hay menos palabras que cosas, y en este orden de las carencias no olvidemos la primera lección de la economía política que define al ¿bien¿ por su rareza. El sonido es, entonces, una isla en un mar de silencio. Pero no fue sin duda este pequeño parágrafo en el libro de Barenboin lo que me marcó un interrogante llamado Gould. Hubo, además, una mención en la misma página referida a la muerte de Gould que le había impedido comparar las distintas versiones de sus Variaciones de Goldberg. Es posible que una cierta curiosidad por los espíritus trágicos haya detenido mi atención.


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