El objetivo de este trabajo es mostrar, basándose en resultados de investigaciones recientes, la importancia de la evolución de la composición de la inversión y la estructura productiva para explicar la trayectoria de la productividad y la competitividad. La mejora de la productividad y su recuperación como fuente del crecimiento requiere reorientar la inversión hacia activos más productivos y, por ese camino, modificar la estructura productiva, dando mayor peso a las actividades de mayor valor añadido. Ese cambio de especialización ha de apoyarse en el empleo más intensivo de ciertos activos físicos como la maquinaria y, en particular, los activos ligados a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), así como en el capital humano y tecnológico. Todos ellos tienen en común una característica: contienen conocimiento acumulado. Dicha reorientación de la producción permitirá aprovechar mejor la capacidad de generar valor añadido de las dotaciones ya existentes de algunos de esos activos
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