La Francia contemporánea se caracteriza por un extremo centralismo estatal y una representación de la nación que otorga gran valor a las diversidades regionales. Esta asociación paradójica se explica por el proceso histórico de construcción del Estado-nación moderno. En el plano político, el centralismo estatal constituido bajo el Antiguo Régimen fue acentuado por la Revolución, e intensificado sin cesar desde entonces. En el plano cultural, como en el resto de Europa, la construcción de la identidad nacional fue acompañada de una construcción de identidades regionales modernas, según la fórmula de la "unidad en la riqueza de la diversidad". Las relaciones entre el "jacobinismo", reivindicaciones descentralizadoras y regionalismo son, pues, desde hace dos siglos, de una gran complejidad, y no se reducen a un esquema de oposición derecha-izquierda. La europeización y la globalización llevan actualmente a su paroxismo las contradicciones políticas, culturales y económicas de la relación entre lo regional y lo nacional en Francia
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