En una zona de antiguas huertas de Níjar se eleva un edificio formado por volúmenes rectos rehundidos en los bancales del terreno, revestidos con una fina piel calada de aluminio sobrepuesta que les da una apariencia de gran levedad. Opacos, grises y ensimismados, se abren al exterior en su extremo mediante grandes huecos que a modo de miradores capturan el paisaje y lo introducen en el interior, el cual a su vez deja ver a su través su vivo colorido a la ciudad. El espacio escénico de Níjar, de los arquitectos Morales, Giles y Mariscal, es un singular edificio que sorprende por lo ajustado de su escala y la relación que crea con el entorno.
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