Este trabajo propone una mirada metafísico-existencial- y por ello también arquitectónica-sobre las relaciones entre el habitar y la memoria, como vínculo de resonancias espirituales, mediante el cual el hombre afianza su identidad y se reconoce en la evocación de los antepasados, en la nostalgia por la casa de la infancia, del pueblo natal, en una mirada preindustrial que remite al paraíso perdido como lugar del arraigo. Es así como la poesía -de Tralk, Heidegger, Teillier- constituye la fundación del ser por la palabra, la custodia de los mitos fundacionales que dan origen a un pueblos históricamente constituido y espacialmente emplazados. Esta mirada se corresponde con la tesis heideggeriana del habitar poético del hombre en el mundo, entendiendo este habitar en el sentido físico-residencial de la morada, como espiritual de la moral.
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